sexta-feira, 3 de outubro de 2008

Roma y las guerras judías: terrorismo y genocidio

Durante medio milenio (66-614 dC), los súbditos judíos de Roma se rebelan seis veces. La última los enfrenta con Bizancio (614 dC), tras la desaparición del Imperio de Occidente. En las tres primeras rebeliones (66 -135 dC), mueren hasta 2,5 millones de personas: ¡el 3½ por ciento de la población del Imperio! Cerca de los dos tercios son civiles indefensos: judíos en su mayoría pero también muchos griegos y pobladores helenizados, así como algunos cristianos, tanto gentiles como de extracción judía.

Muchos otros civiles judíos perecen combatiendo, con las armas en la mano. ¿A qué se debe tanta ferocidad?

El emperador Adriano recreado por la gran escritora franco-belga Marguerite Yourcenar en sus famosas 'Memorias' admite cierta responsabilidad por la tercera rebelión y segunda guerra (132-35), liderada por el zelote y mesías presunto Simón Bar-Kokhba, pero más la imputa al fanatismo judío. A diferencia de dacios, cartaginenses, y egipcios, según él, el pueblo judío rehusa cualquier sincretismo con la religión oficial y la cultura de los gentiles, empezando con la griega. Resaltan "el odio, el desprecio recíproco, el rencor" y los "odios y ambiciones centenarios del pueblo judío", aprovechados por Bar-Kokhba y el gran sacerdote Akiba para librar una "guerra sin cuartel", campal y de guerrilla.

Esta, a su vez, lo obliga a tomar "decisiones... feroces" contra este 'Al Qaeda' judío que quebranta la "paz imperial". Porque da pie para el antisemitismo y toma libertades con la historia, esta visión 'cargada' en contra de Israel y parcialmente exculpatoria de Roma ha caído en la incorrección política. Los críticos modernos, especialmente anglosajones, descalifican las 'Memorias', al tiempo que denuncian el genocidio romano contra el pueblo judío.

En realidad, una visión no excluye la otra. El 'choque de civilizaciones' entre los mundos judío y pagano viene de tiempo atrás. Un descendiente sirio de Seleuco, general de Alejandro Magno, intenta imponer a los judíos el culto de Zeus y otras divinidades griegas. Provoca su indignación y la exitosa rebelión de los Macabeos (165 aC), quienes consiguen la independencia para su pueblo y se convierten en dinastía real hebrea. La rebelión es apoyada por hasideos (de donde vienen los fariseos), saduceos y esenios, autores de los manuscritos del Mar Muerto. La decisión cristiana de evangelizar griegos y demás gentiles sin ceñirlos íntegramente a la práctica judaica es resentida como una amenaza profunda por el judaísmo y aleja de éste a los seguidores de Jesús, hasta entonces más corriente religiosa judía que iglesia independiente. Desde Cristo, la población judía desprecia a herodianos y publicanos, 'colaboradores' de Roma. Los publicanos son vistos como pecadores.

Los zelotes o 'celadores de la fe', corriente religiosa nacionalista y teocrática, lideran la Gran Revuelta Judía, primera guerra y rebelión contra Roma (66-73 dC). Buscan restablecer la independencia hebrea por las armas, como los Macabeos, y consideran ilegítima cualquier autoridad que no proceda del 'Dios verdadero'. Entre los zelotes, resalta una facción particularmente violenta y sectaria: los 'sicarios'. En su primera fase (66), la rebelión extermina a los griegos y 'helenizados' de Jerusalén (capital de Judea), Cesárea (en Samaría) y otras ciudades judías, considerados como herejes y aliados al Imperio. La élite judía, también helenizada, huye o es masacrada.

Al terrorismo de los extremistas judíos Roma responde con represión homicida. El futuro Emperador Vespasiano elimina toda resistencia judía del litoral y del norte, cuyos jefes, Juan de Gischala (zelotes) y Simón Bar (sicarios), huyen a Jerusalén (68).

Allí derrotan al liderazgo 'sureño' e imponen su autoridad sobre la población civil, antes de enfrentarse entre sí. Los une el asedio de Tito, hijo y futuro sucesor de Vespasiano, a Jerusalén. Los zelotes queman víveres para imprimirle al conflicto el carácter de guerra a muerte. Así la entienden los romanos, quienes cometen grandes atrocidades. El cruento sitio termina con el incendio del Templo (70) y la muerte de casi todos los moradores: no menos de 600.000 estima Tácito; hasta 1.100.000 personas, según el judío romanizado Flavio Josefo. Los pocos sobrevivientes mueren sin rendirse (71-73: Herodio, Macareo, Masada).

El Imperio esclaviza y deporta 100.000 judíos, arrasa a Jerusalén, cuyo templo no será reconstruido, y la condena a permanece en ruina por 60 años. En Judea no quedan más de 200.000 judíos, políticamente a la deriva. Con la destrucción de la ciudad, el judaísmo pierde su dimensión temporal. El diezmo anual al Templo (medio shekel) revierte al de Júpiter Capitolino en Roma(¡!). Se ahonda la distancia entre judíos y cristianos, también desplazados. En el seno del cristianismo, adquiere preponderancia la vertiente 'gentil'. Crece la desconfianza entre judíos y gentiles, apoyados en Roma y cuyos avatares locales son el helenismo y cristianismo 'gentilizado'.
En 116 dC, poco antes de morir Trajano, la Guerra de Kitos, segunda rebelión judía contra el Imperio (115-17), arranca con otro baño de sangre, según el historiador romano Casio Dío: exterminio de la población griega de Cirene, en el actual litoral libio (220.000 personas), seguido por el de los griegos de Salamis en Egipto (240.000), a donde ingresan los rebeldes. En ese país, la implacable represión romana lleva decenas de miles de judíos a la muerte. Para Adriano, quien asume en 117 DC, el pueblo judío rechaza la asimilación.
El nuevo Emperador busca reconstruir una Jerusalén 'gentilizada', rebautizada Aelia Capitolina por su apellido ibérico ('Aelius'). Para los judíos, la decisión de erigir un templo dedicado a Júpiter en las fundaciones del semimilenario Templo de Jerusalén es sacrílega. También les hiere la prohibición de la circuncisión. Sospechan una voluntad de 'genocidio religioso y cultural'.

En 132 estalla la segunda guerra. Jerusalén, Gaza, Absalón son ocupadas. Los inconformes con los 'celadores' helenizados, algunos cristianos, judíos de otras corrientes- son masacrados.

Estalla una guerra de guerrilla, que cobra la vida de 70.000 a 90.000 soldados romanos y cerca de 600.000 judíos (millones, según el Talmud). Expulsados de Jerusalén, los rebeldes frenan el avance imperial con una política de 'tierra arrasada' y se refugian en Betar, aniquilida por el ejército imperial en 135, junto con otras 50 ciudades y cerca de 1.000 pueblos, o en grutas del desierto de Judea en donde mueren, 'atrapados sin salida' por la legión romana. En Israel, el exterminio romano es conocido como el 'primer Holocausto'. Judea es rebautizada Siria-Palestina y sus moradores judíos son esclavizados o exiliados por 200 años. Solo pueden volver a Jerusalén una vez al año, en verano, para conmemorar su toma (Tisha B'Av). Crece la diáspora judía en Galilea, Babilonia e Italia. El antisemitismo romano perdura dos milenios: lo heredan Bizancio y el occidente cristiano, tras la conversión de Constantino (337), con devastadoras consecuencias.

Durante 70 años hay genocidio contra judíos y griegos, terrorismo y terrorismo de Estado. Roma intenta borrar la identidad judía: religiosa, cultural, política. Mueren hasta 900.000 combatientes y 1.6 millón de civiles. Las pérdidas judías (hasta 1.7 millón) merman una población 'prebélica' cercana a 10 millones (66 dC). Se arraiga un antisemitismo occidental y cristiano incurso en discriminación y muerte. La Shoah es su culminación. Con el Estado de Israel (1948), parte de la diáspora revierte a los linderos prebélicos y el judaísmo recupera una dimensión nacional. Hoy, la población judía mundial (13 millones) es sensiblemente igual a la de 135 dC (12 millones).
Tomás Uribe Mosquera. Consultor internacional

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