sábado, 11 de outubro de 2008

Las rutas de la prostitución brasileña en España

Ésta es la odisea de las mujeres que dejan su país en busca de una vida mejor | Viajamos a Lisboa para seguirlas, desde su llegada, por los clubes donde son explotadas, de Badajoz a Ibiza | Los pasos: captación, viaje, engaño, club, maltrato, rotación, deuda y ¿libertad?

"Sólo conseguía prostituirme con cocaína y un litro de güisqui"
"Te prometen el cielo y la tierra. Vete a España, que vas a ganar mucho dinero. En seis meses podrás montar un negocio y comprar una casa y un coche". Carla, engatusada con tales promesas, decidió venirse a nuestro país, donde no tocó el cielo ni besó la tierra, pero supo qué es el infierno. Cada año, cientos de brasileñas como ella son captadas por mafias que las empujan a una odisea trufada de engaños, maltratos y explotación sexual.
Sólo en Europa hay 75.000 prostitutas brasileñas, de las cuales unas 15.000 podrían residir en nuestro país, según fuentes de la Policía Nacional, que reconocen la dificultad para cifrar su número porque el ejercicio de la prostitución en España no es ilegal. Por ello, no existen registros fiables, aunque prácticamente todas se prostituyen en clubs (al menos 4.000) o pisos (los periódicos están plagados de anuncios por palabras, pero se desconoce cuántos hay). La calle es sobre todo para travestis o transexuales.
¿Cómo las engatusan? ¿Por dónde llegan? ¿Quién las explota? ¿Y su vida en el club? ADN.es siguió el periplo de estas chicas desde que ponen un pie en Lisboa o Madrid hasta que, después de meses o años ejerciendo la prostitución, consiguen escapar, ser rescatadas por la Policía o saldar la deuda contraída con las redes de trata de blancas. Así funcionan las rutas de la prostitución brasileña en España.
Destino final: España
La Investigación sobre el tráfico de mujeres, niñas y adolescentes con fines de explotación sexual (Pestraf) realizada en Brasil en 2002 reveló que existían 100 rutas internacionales de tráfico, de las cuales 32 tenían a España como destino final, por encima de Holanda (11), Venezuela (10), Italia (9) y Portugal (8).
"Las brasileñas entran a nuestro país por Oporto y Lisboa, aunque también por Madrid, pero en menor medida. Desde Portugal, suelen desplazarse a Vigo, Coruña, Oviedo y Pamplona", revela Ramón Esteso, responsable de inclusión social de la ONG. Una vez en España, son sometidas a rotación, es decir, comienzan a ser trasladadas de club en club.
"Hemos tratado a mujeres en Vigo y, a los cinco meses, era posible verlas en otras ciudades del norte, como Pamplona", apunta. Su distribución, en mayor o menor medida, abarca buena parte del territorio español y en algunas zonas representan la comunidad más numerosa. En Badajoz, por ejemplo, son mayoría tras las rumanas, como pudimos comprobar en varios locales situados en las afueras de la ciudad extremeña.
Entre un 30 y un 40% proceden de Brasil, según fuentes de la Brigada de Extranjería de la Policía Nacional de Badajoz, que considera que entre siete u ocho de cada 10 son de Goiás, estado situado en el interior de Brasil. En Galicia, representan el 60% de las prostitutas.
El norte de la península, grandes ciudades como Madrid y Barcelona, y las Islas Baleares son las zonas donde están más presentes, aunque la Policía ha desarticulado redes en otras urbes como, por citar tres ejemplos distantes entre sí, Castellón, Sevilla o Las Palmas.
La captación en el lugar de origen
La mayoría de las mujeres que salieron de su país para ejercer la prostitución eran afrobrasileñas, según la Pestraf. Muchas de ellas habían sufrido algún tipo de violencia, procedían de clases populares (baja escolaridad, oriundas de la periferia de las ciudades con carencia de saneamiento y transportes), vivían con algún familiar, tenían hijos y desempeñaban actividades laborales de "baja exigencia".
Los responsables de esa investigación también percibieron la inserción en la prostitución de chicas de clase media, quienes son reclutadas en su lugar de origen por los contactos de las mafias en Brasil, por mujeres que ejercen o han ejercido la prostitución (que ven reducida su deuda o reciben una compensación económica a cambio) e incluso por sus propios familiares. También está el caso del brasileño residente en España que vuelve a su país, seduce a una mujer y le propone venirse a Europa junto a él.
Podría pensarse que todas son pobres, pero no siempre es así. Frecuentemente, lo que impulsa a las mujeres a viajar a Europa es mejorar su calidad de vida, por lo que aceptan propuestas de trabajo bien remunerado. Además, Goiás no es precisamente una región desfavorecida. Allí trabajaban, sobre todo, en el sector servicios: peluqueras, manicuras, camareras, recepcionistas...
Después de las oriundas de ese estado, le siguen en número las de Minas Gerais, Sao Paulo y Río de Janeiro, aunque en ocasiones los datos no se refieren a su lugar de origen sino al aeropuerto del que partieron las chicas. Su elección está sometida a varios factores (desde la belleza física hasta sus ataduras familiares) que explicaremos más adelante, aunque es evidente que resulta más fácil someter a una persona con hijos que a una soltera y sin compromiso.
La bolsa de viaje
Existen agencias de viajes que funcionan como tapadera y organizan el desplazamiento, así como prestamistas que, indirectamente, también se benefician del tráfico de personas. Viajan solas o en grupos reducidos, procuran evitar sospechas y portan una bolsa de viaje facilitada por las mafias, compuesta por el pasaporte y el visado, el billete de avión, la reserva de hotel y la cantidad de dinero que solicitan las autoridades españolas para poder entrar en el país.
Así, gracias a la cobertura legal que les brindan las redes, viajan como turistas o con falsos contratos de trabajo. Una vez que se suben al avión, contraen una deuda económica que devolverán cuando lleguen a España y que en algún caso ha llegado a alcanzar los 8.000 euros. Incluso puede llegar a formalizarse ante notario, tal y como relata la Guardia Civil en el de 2005 Trata de seres humanos (con fines de explotación sexual).
Algunas chicas no se imaginan que tendrán que prostituirse, puesto que les han prometido un trabajo de camarera o bailarina, y las que lo saben desconocen las verdaderas condiciones en las que tendrán que hacerlo. "Conocemos el caso de unas chicas que tenían que pagar por ducharse y por el agua que bebían. Las encerraron en un piso y, como se resistían a ejercer la prostitución, les pegaron palizas hasta que accedieron a ir al club", asegura Beatriz Cercas, asesora jurídica de la Asociación de Derechos Humanos de Extremadura.
Amenazas de muerte
"Nunca terminas de pagar. Parece que siempre estás debiendo dinero", confiesa Carla, quien no tardó en ser amenazada por el dueño del club tras llegar a nuestro país. "Me dijo que si no pagaba la deuda, mataría a mi familia en Brasil. Y que si intentaba huir, también me mataría a mí". No fue capaz de cumplir órdenes y estuvo 15 días sin poder acostarse con un cliente. "Cuando se acercaban a mí, sólo era capaz de llorar. Quería volver a mi país, pero no podía".
Carla, lejos de las garras de su explotador, recuerda ahora que su experiencia fue "horrible y tenebrosa". Sumida en una crisis depresiva, tenía que recurrir a las drogas para soportarlo todo. "Sólo conseguía trabajar si esnifaba coca y, cada noche, me toma un libro de Ballantines. Creía que estaba en el propio infierno e incluso intenté suicidarme".
Conozcan o no su futura ocupación, nos encontramos ante casos de engaño y explotación, puesto que de la promesa a la realidad hay un gran trecho y, además, existe alguien que se lucra con su trabajo. El dueño del club donde estaba ella se encargaba puntualmente de minarla psicológicamente. "Mira, hija de puta, vienes de Brasil, donde pasas hambre. ¿Te crees que estás de vacaciones? Tú tienes una deuda conmigo".
El problema, según una experta en trata de mujeres con fines de explotación sexual, reside en que muchas "no se reconocen como víctimas de tráfico porque creen que están simplemente pagando la deuda". Llegado este punto, conviene diferenciar entre trata y tráfico de personas. El objetivo de la trata es la explotación, mientras que el del tráfico es la entrada ilegal de inmigrantes.
Hay redes que sólo se dedican a traficar con personas (prostitutas o no), otras que compran a las mujeres y las explotan sexualmente en clubes y también existen mafias que reclutan a las chicas, las ponen a trabajar en sus propios locales y, si lo estiman oportuno, las revenden.
Tres meses para saldar su deuda
"Les dicen que van a ganar mucho dinero en tres meses, pero nunca les dicen si van a salir del club o si lo tienen prohibido, si lo pueden dejar cuando quieran, si van a pagar un alto precio por el alquiler de las habitaciones donde duermen o si las van a ir rotando", añade Cercas, quien deja claro que el explotador no siempre es el dueño del club. "Simplemente, éste puede pedirle a una red que les traiga a chicas y después les alquila las habitaciones, pero quien se lleva el dinero por los servicios puede ser un proxeneta", explica a modo de ejemplo.
Muchas vienen con la intención de permanecer en España los tres meses a los que da derecho el visado de turista y, en ese tiempo, deben saldar la deuda y ahorrar el máximo dinero posible para volver a su tierra con la cartera repleta de billetes. La teoría, para algunas, pinta bien, pero a veces la realidad que se encuentran es bien distinta. El permiso expira justo cuando han terminado de pagar lo acordado y no ven otra salida que seguir prostituyéndose en España, pero en este caso en situación irregular.
Las condiciones de trabajo
En el aeropuerto de destino las espera un miembro de la red o un intermediario que las trasladará al club o piso, donde ejercerán la prostitución, ya que las brasileñas no suelen trabajar en la calle. Los principales aeropuertos de destino son los de Madrid o Lisboa, aunque cuando los controles son más estrictos, las mafias optan por viajar a otros países (Francia, Holanda o Suiza).
El Servicio de Extranjeros y Fronteras de Portugal ha detectado a mujeres que habían aterrizado en Italia o Alemania, mientras que la prensa brasileña se ha hecho eco de mafias que las introducían a través de países del este de Europa.
"Las redes conocen las vías de entrada. Antes venían a Madrid, pero hace dos o tres años comenzaron a ser más estrictos en la frontera y comenzaron a entrar por Lisboa. Procuran que vengan arregladas y les dan unas lecciones para que sepan responder a la policía. Lo importante es que no parezca que vienen a ejercer la prostitución", comenta una experta en trata de mujeres.
Desde allí, son transportadas a los clubes por carretera. Nada más llegar, les retiran el pasaporte y les explican cómo será su trabajo (número de servicios por jornada, multas si exceden el tiempo acordado, etcétera.) y los conceptos por los que tendrán que pagar (dormir, ropa de cama, preservativos) o por los que recibirán un porcentaje (servicios con los clientes, copas a las que son invitadas...).
Hay casos de chicas que tienen que comprar ropa con la marca del propio club. La asociación viguesa Alecrín también denuncia que hay locales que les cobran 300 euros por empadronarlas o 1.000 euros "por mirarle los papeles, cuando no hacen nada y sólo les dan un escrito de humo". Otras veces, les hacen pagar 90 euros al mes por hacerle análisis médicos, pero "son ellos quienes se quedan con los resultados". Y algunas, insiste Silvia Pérez, coordinadora de la entidad, "llegan a cobrar 6.000 euros por casarse con un español".
El porcentaje por cada servicio varía en función del local, pero suele ser del 50% si la mujer ya ha saldado la deuda, porque de lo contrario le retiran todo o la mayor parte del dinero. A un ritmo, eso sí, que puede alcanzar los 30 servicios por noche.

Bibliografia. adn.es

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