segunda-feira, 13 de outubro de 2008

Retrato de las prostitutas brasileñas en España

Jóvenes, solteras, con estudios medios, recursos limitados, en situación irregular y no conscientes de que son víctimas de la trata, pero también madres maduras abocadas a prostituirse para dar estudios a sus hijos.
"No hace falta reclutar a nadie, porque para muchas brasileñas ir a Europa supone una posibilidad de ascensión social. Otra cosa es que después pasen a ser unas víctimas explotadas". La embajada de Brasil en Lisboa denuncia la facilidad de las mafias para captar a personas y prostituirlas en España o Portugal. "Si conociesen al detalle la vida que les espera aquí, se lo pensarían dos veces antes de venirse, aunque hay gente que lo sabe y no le importa".
Los clubs del país vecino están atestados de brasileñas, según fuentes diplomáticas, quienes revelan que la imagen que tienen los portugueses de las mujeres procedentes de su ex colonia está muy estereotipada: "Exuberante, sensual y entregada". Una percepción errónea y falsa también cimentada por la prensa lusa, critican las autoridades del país sudamericano, que ha llevado a catalogar a la brasileña de "fácil".
Un estudio del Servicio de Extranjeros y Fronteras de Portugal (SEF) realizado con 536 mujeres que ejercen la prostitución en clubes lusos revela que el perfil de las brasileñas es el siguiente: soltera, entre 22 y 30 años, con estudios medios, en situación irregular, con dificultades económicas y no consciente de ser víctima de una red de trata de mujeres con fines de explotación sexual. La afinidad lingüística las ayudó a elegir Portugal como destino, aunque muchas habían entrado desde España (ver mapa de las rutas de la prostitución).
Ramón Esteso, responsable de inclusión social de Médicos del Mundo, considera en cambio que las brasileñas que ejercen la prostitución en España viajaron principalmente en avión hasta Lisboa y Oporto, para después entrar en nuestro país. Renato Faria, portavoz de la Embajada de Brasil en Lisboa, rechaza que Portugal sea una "placa giratoria" desde donde se trasladan a otros estados. "Algunas podrán irse a España o Gran Bretaña, pero otras muchas, no".
Viviane, por ejemplo, se quedó en Portugal y tiene muy claro que en breve volverá a su país. Acodada en la barra de un decadente club del centro lisboeta, quiebra el estereotipo trazado hasta el momento: pasa de los 40, tenía un trabajo bien pagado en su país hasta que se le terminó el contrato y su discurso es propio de una persona formada. "Yo no era puta en Brasil, pero una amiga me dijo que me viniese a Lisboa con ella porque si no difícilmente le iba a dar una carrera a mi hija".
"Lloro cada vez que hablo con mi madre"
El teléfono suena en su casa de Goiás todos los días. "Lloro cada vez que hablo con mi madre y mi hija piensa que trabajo en un restaurante, pero no me siento avergonzada por trabajar como prostituta, ¿sabes? Estoy divorciada y quiero demostrarle a mi ex marido que puedo educar a mi niña", explica mientras aspira el humo de un cigarro dándole la espalda a un hombre que acaba de acercarse a la barra. Tuerce la vista, lo observa fugazmente y continúa. "Yo fui muy guapa y no estoy mal para la edad que tengo, pero echo un año más aquí y me vuelvo".
La melena lisa y rubia de Viviane flanquea su rostro enjuto. Un par de horas más en el local y volverá a su pequeño apartamento, donde ejerce libremente, comenta. "Esto lo hago porque quiero. Trabajo de 11 de la noche a tres y media de la mañana, pero si me pagan una copa, puedo irme del local cuando quiera". Vuelve a mirar hacia atrás y le suelta el anzuelo al cliente. Es español y lleva un par de copas de más encima. "Claro que me prostituyo por dinero, pero no me voy con cualquiera". El club está repleto de chicas, muchas de ellas brasileñas, y los clientes son minoría.
Luana, mucho más joven que ella, se irá cuando cierre el local a una discoteca, donde espera redondear la noche. "Suelo estar hasta las siete y después duermo toda la mañana". No quiere volver a Sao Paulo porque es inseguro, aunque sueña con traerse a su pequeña hija y a su madre. Recuerda que, cuatro años atrás, lo primero que conoció de Europa fue el aeropuerto de Madrid, desde donde viajó hasta Portugal. "Por cierto, ¿en qué hotel estás?".
Las brasileñas nunca ejercen en la calle
Tras dejar Lisboa atrás y viajar por Badajoz, Madrid, Ibiza, Santiago y Vigo, extraemos otra conclusión: las brasileñas no ejercen la prostitución en la calle. Es muy raro verlas, pese a que hay mujeres prefieren estar a la intemperie con tal de poder elegir al cliente. Sin embargo, las tarifas son menores, mientras que en los locales de alterne están establecidas.
¿Pero trabajan en libertad o no? Marta González, coordinadora del Proyecto Esperanza en Madrid, reconoce que autoridades y ONG opinan de diferente manera. "Mucha gente no entiende que el engaño puede ser respecto al tipo de trabajo, pero también en cuanto a las condiciones. Tampoco les dicen la verdad respecto al tiempo y algunas a las que les prometen que trabajarán tres meses tienen luego que estar pagando su deuda durante uno o dos años".
Hay quien logra zafarse de sus explotadores, que pueden ser los encargados de traerlas a Europa o los propios responsables de los clubes. "Hay mujeres amenazadas que se escapan, aunque les hayan retenido su pasaporte, y vienen aquí diciendo que lo han perdido para que les demos uno nuevo", sostienen fuentes del Consulado de Brasil en Portugal. En ocasiones, cuando cuentan con documentación pero el visado ha vencido, recurren a la excusa de la lavadora: tras un lavado, se borran las pruebas de la entrada en el país y se ahorran la multa por haberlo perdido.
Invisibles y estigmatizadas
Si lo consiguen, las mujeres se enfrentan con otro problema. "Otro de sus rasgos es que son invisibles", explica Lourdes Pazo, educadora social de Vagalume, el programa que desarrollan las Hermanas Oblatas en Galicia con mujeres que ejercen la prostitución.
Trabajan y duermen en el club (ver fotogalería), ajenas a los usos y costumbres del nuevo mundo al que pertenecen. Sin embargo, están estigmatizadas. "Nadie quiere a prostitutas en el piso de arriba o de abajo. Y, si hay una redada en un local, policía y prensa las definen como si hubieran cometido un delito o estuviesen al margen de la sociedad".
Como no tengan documentación, "las meten en el mismo saco de los delincuentes arrestados", denuncia Beatriz Cercas, asesora jurídica de la Asociación de Derechos Humanos de Extremadura. "Las fuerzas del orden creen que quieren denunciar para conseguir los papeles. Se les considera infractoras, no víctimas".
Eso, a pesar de las calamidades que atraviesan, como se encarga de recordar Silvia Pérez, cuya asociación calcula que el 60% de las personas que ejercen la prostitución en los clubes gallegos proceden de Brasil. "Nos consta que algunos dueños han cobrado a las chicas 90 euros al mes por realizar análisis clínicos, 300 euros por empadronarlas y 6.000 por casarse con un español", explica la portavoz de Alecrín.
El sentimiento religioso y la noción del fracaso
Llegados a este punto, el carácter religioso de las brasileñas no es algo accesorio, puesto que el choque que supone para ellas el ejercicio de la prostitución es brutal. Católicas, evangélicas, espiritistas... Brasil es una tierra donde el peso de la religión es palpable. "Sí, ese sentimiento a veces les da fortaleza para seguir adelante. Menos mal que tienen a donde agarrarse", explica Cleo Rodríguez, religiosa perteneciente a las Oblatas y responsable de Vagalume.
¿Y los ingresos? ¿Consiguen mejorar su situación económica? "Algunas ganan dinero en algún momento de su vida, pero eso de que ganan mucho dinero no sé yo. Lo mandan todo a su país, donde sus familiares viven como reyes, y parece que tienen que mantener a medio pueblo. Después están la ropa y los caprichos, por no hablar del club, donde les venden de todo y siempre terminan pagando por diferentes motivos", reconoce Rodríguez.
Deudas, hijos, la vergüenza ante el regreso y la deshonra por no haber hecho las europas... "Me confiesan que no quieren retornar porque el sentimiento de fracaso es grande. Se vinieron a España para triunfar y hacerse ricas, por lo que no pueden volver con las manos vacías. Muchas están separadas, con hijos o familias desestructuradas. Si conservan el núcleo familiar, algunas piensan: Vuelvo para estar al lado de mi gente, aunque sea pobre. Pero cuando llegan y se recomponen, se preguntan: ¿Qué pinto aquí? Entonces, regresan a España, pero no tan engañadas".
En este caso, el motivo del viaje tal vez no sólo sea el dinero, como sugiere la responsable de una entidad que trabaja en la rehabilitación de prostitutas. Después de insistir en el drama que viven, lejos de su país y en condiciones que nunca se habían imaginado, alza la vista y concibe con sus ojos una interrogación. "Pero, a ver, ¿tú conoces alguna puta rica?".

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